Año del Santo de 551. Normannia es un continente dividido. En occidente, las noticias no pueden ser peores: la ciudad de Aekir, centro espiritual de las Monarquías de Dios, ha caído ante los embates del sultán de Ostrabar y sus feroces merduk. El legendario comandante John Mogen ha perecido en la defensa, y el sumo pontífice de la fe ramusiana ha desaparecido y se presume que también ha muerto. Ahora sólo queda reagrupar a las fuerzas defensivas desbandadas, y elegir el lugar donde presentar la última resistencia.
Mientras, en el otro extremo del continente, la represión religiosa de la orden inceptina siembra el terror en el próspero reino marítimo de Hebrion. Sus víctimas: aquéllos que practican las artes mágicas del dweomer o, simplemente, son extranjeros sospechosos de desafecto hacia la verdadera fe. En medio de este caos surge la figura de Richard Hawkwood, un experto marino curtido en mil travesías y elegido por el rey de Hebrion para capitanear una misión inaudita: navegar hacia el extremo oeste del mundo, en busca del fabuloso continente occidental, con un cargamento de magos exiliados a bordo. El viaje promete ser inolvidable.
El viaje de Hawkwood nos sitúa en un continente que está sumido en una guerra entre las potencias orientales y occidentales por motivos religiosos: al oeste se nos presentan las Monarquías de Dios, seguidoras de la fe ramusiana (que corresponde en líneas generales a la fe cristiana), y al este encontramos a los Sultanatos merduk, cuyo alter ego en la historia sería el Islam. La organización de los estados, tanto desde el punto de vista político como religioso, recuerda a la de los estados medievales cristiano y musulmán: en los primeros los reyes gobiernan con los clérigos metiendo las narices constantemente en la vida política para acaparar más poder cada vez y en los segundos el estado y la religión van de la mano y son inseparables.
Pero aparte de estas similitudes con respecto al medievo, también hay semejanzas con el mundo moderno: en los conflictos bélicos se empiezan a introducir las armas de fuego, se empieza a hablar del descubrimiento de nuevos continentes y entre los estados occidentales se produce un cisma que atañe a la corrupción del clero, las purgas realizadas contra los herejes o a la autoridad del Papa. Seguro que algo así les suena. Así, Paul Kearney nos muestra su trabajo de documentación histórica para escribir una novela de fantasía.
Aunque este mundo de fantasía no esté habitado por criaturas inexistentes, sí que existe una cierta vertiente mágica, representada por los practicantes del dweomer, un sistema de magia o poder que se manifiesta hasta de siete formas diferentes y que supone uno de los principales problemas para la religión occidental. Como ha sucedido muchas veces en la historia, la búsqueda de un chivo expiatorio se lleva a cabo para culparle en este caso de las constantes derrotas occidentales y los avances de los ejércitos del sultán. Esta vez, la culpa cae sobre estos magos, curanderos, matronas… que terminan abrasados en las piras que preparan los religiosos, prácticas a las que algunos reyes tratan de oponerse sin éxito. El intento de salvar a algunos de ellos llevará a que muchos acaben en los barcos que partirán hacia el nuevo mundo que queda por descubrir.
En definitiva, El viaje de Hawkwood es el prometedor inicio de una recomendable saga de literatura fantástica que incluye un viaje hacia lo desconocido con descripciones muy acertadas de la vida en alta mar, buenos personajes, una trama sólida, un sistema de magia interesante, algo de amor y erotismo, muchas conspiraciones, alianzas, pactos y una buena representación de unas escenas de conflictos bélicos donde abundan las armas de fuego y la pólvora.
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